domingo, 26 de junio de 2011

Salir


Calles de luces
de empedrados curvos
que llaman a sentarse
en sus perfectos umbrales.

Parpadeando la gente
camina por ellas algo tristes
obligando sus viernes y sábados
a sonoras felicidades.

Son las calles de antes
del turismo buscando detalles
en lo obvio de Buenos Aires.
Eso que sentimos todos,

eso que no siente nadie
ese tango ajeno y docto
que cantamos e ignoramos.

Estas calles de luces
que gastamos de rituales
son espejo que deforma
y desluce vanidades.

(ensayo de prehistoria)


El instinto del hambre
de correr y oler el viento.

chispazo de sangre
imaginación
entre la mierda las pulgas los huesos
una semilla en el suelo
la hundo con el dedo

después de muchas cacerías
y después de muchas hogueras
un brote, hay hojas que salen

chispazo de idea
al borde del fuego
jugando con las brasas
envuelto en la noche.

Escribir


y es como el segundo al hilo el segundo poema
como el miedo a saltar desde cinco escalones
convencido de no tener palabras ni en el bóxer
desinsipiradísimo, porque el primero es el primero
como los padres y los hijos, bajando la guardia
venimos remando y esforzando en busca del verso
y no lo voy a cortar como el primero, lo voy a dejar
que sea libre, que brote por donde guste
(hippón a lo spinetta, sin el fachismo)
tener un hijo que se borra, se corrige y no es el mismo
mejorar un hijo verso a verso, sería un triunfo

que mi padre se permitiría
si pudiera

y que las estrofas me salgan como me salgan
pero por favor, que se entiendan.
es por esto que el segundo siempre es medio raro
medio incómodo, desorganizado
empezamos de una forma y capaz ni terminamos
en esas andamos cuando parimos una revancha
una vuelta más para mí, o para todos.

el poema
se termina
como se terminan las ganas
y la privacidad.

(No me sale escribir entre hermanos)

No duermo


Un ayer botánico, un hoy sin sueño
un título de sangre para esta película
que no sale del mal gusto, que no supera
la mirada de un Gran Ojo
del custodio de la pureza de la piel

No más asfixias, no más esfuerzos
frente a una pantalla de tentaciones
pero es impasible la sangre cuando quiere
cuando es mi yo desolado
cuando a la noche estamos solos

De un amanecer interminable
ayer botánico, hoy insomnio
recubro las hojas de mentira, para mí
y canto con la boca tan cerrada
que mis vecinos tarareando duermen.

Final


Página cincuentaitrés, estoy cansado
me duelen los dedos subrayantes
mis piernas escapan pero no yo
y esta noche no pasan fútbol

el complot me acecha ya sin disfraz
me rodea la seguridad
de decir qué febrero de mierda
y que sea del todo cierto.

ahogado por nudos de panza
y las obligaciones, las mías.

explota la facultad
una semana de marzo
que criaba mesas de examen
una lástima tantos muertos ilustres
habrá asueto?

Abro los ojos ya abiertos
y leo y uso lápices de colores
le doy sustento a las letras, pobres
flotan sobre el vacío blanco

...jasdeputa, se merecen otra cosa
ser el fuego de un buen asado
Leibniz limpiando una parrilla
Kant quemando igual que los Clasificados.

miércoles, 15 de junio de 2011

Basta

Ayer soñé que charlábamos. Nos acordábamos de cosas viejas, en una habitación blanca. No importaba la habitación, nunca importó.

Nos acordábamos de cosas que no pasaron, de cosas que sí, de cosas que más o menos.
Yo te hacía acordar de una casa que tenía un molino, en la que vivía con mi familia, nos acordábamos de mi habitación. También de la tuya, de la cama cucheta y las paredes rojas, que interveniste pintando como desde un sueño, pero otro.

No estábamos como estamos generalmente cuando la calle o la facultad nos obliga a cruzarnos y saludarnos. Era como si no estuviéramos, como si nunca hubiésemos estado, como si no fueramos nosotros. Me desperté con la certeza de que no hay retorno, por suerte. Soñé que otros vos y yo se reconciliaban después de años. Hay cosas que por más mística y predestinación que les empastemos, sólo se pegan por la simple razón de no ser contradictorias. Por la pura posibilidad de haber estado juntos, nada más, es que fuimos lo que fuimos y somos la nada que somos.


En este cielo no hay soles encendidos
sólo tapices imitando estrellas
alfombras frías sin pudor
me voy de tu ciudad.

En  este cielo no hay soles encendidos
son sólo estrellitas de imitación
me pierdo, me voy yendo
me escapo de tu luz.

De noche todos los gatos son más pardos
y todos los miedos más malos
y las mentiras más grandes
y mis fantasmas más reales.

me pierdo porque no quiero encontrarte.

lunes, 13 de junio de 2011

A ghost in the Machine


Percibiendo este sol
Que me parte la cabeza
El esquema down-top
Está empezando a fallar

Represento esta máquina tragapalabras
Soy un autista que estudia
Un primate lenguado intelectual

Y entonces veo la hora
La puta, no llego
Me duele la rodilla del otro día
Estoy cansado
Me desanimo de Rivières y Lèvi-Strausses
Mi cama…

Encima te fuiste en fin de semana
A playear, a retozar
Me seco pensando en los finales
Me muero de no saber qué hacer

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Para Chomsky todo esto no existe


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sábado, 11 de junio de 2011

Día (1 de X)


 Un ruido difuso, como de rata husmeando, se mezcla con la zona pastosa de los primeros segundos después de que vuelve la conciencia en su nivel más básico. Es una rata aplicada, muy concentrada en su husmear. Una rata que casi nos inspiraría ternura, pero es muy temprano para eso. Es una rata y no hay qué hacerle, porque no la es.
 Es algo revolviendo, revisando, registrando la oscuridad inútilmente. Una rata no adaptada a la oscuridad. Algo bastante estúpido, desprolijo. Un ladrón mal entrenado, quizá principiante. Sí, sería más bien un ladrón, por el tamaño que, imagino, tendrá. A una rata no se la ve hasta que aparece efectivamente; un ladrón genera un presentimiento, que es el mismo que sentimos si alguien está a nuestras espaldas. Es eso entonces, un ladrón que se sabe ladrón, siente culpa seguro, y eso le quita precisión de movimientos. Y me doy cuenta.
Como haciendo foco muy lento, cambia la perspectiva. Sé del ladrón, pero también sé dónde estoy, en mi habitación. Ese dato ya aclara que, entre otras cosas, el ladrón no es ladrón para robar, lo es para simbolizar, para resumirse en un intruso. Intrusa.
Con la misma tranquilidad, genero una afirmación bien detectivesca, al borde de despertarme: “Madre registrando habitación”. Acto seguido, ése escalón ganado, peleado con uñas y dientes, se pierde y el contraataque me desvanece retrocediendo dos casillas.




 El vértigo de no querer saber, de evitarse el mal momento, de apagarlo y no vivir más esa eternidad de relajación progresiva entre un sobresalto y lo Otro, esa frontera. Conozco un método para que no suene más, nunca más; ahí reside el miedo. Si no sonara, si no me sobresaltara monotónicamente otra vez, se generaría un desastre tal que no alcanzaría con levantarse de la cama. Debería ser eyectado de ella cruzando la ciudad, y el paracaídas para aterrizar es demasiado difícil de plegar. Además, todas las noches con una mochila a la espalda...




 La puerta se abre con el cuidado que cualquier persona bien despierta tendría, es decir:

Girando el picaporte hasta el tope, golpeando metal con metal (Decibeles Indeseables Parte I);
Dejando en el televisor del living un canal con las noticias matutinas a volumen “bajo” (Decibeles Indeseables Parte II: El Ataque del Pronóstico Extendido para Capital y GBA);
Cerrando la puerta apoyándola en el marco con el picaporte girado hasta el tope, de manera que el pestillo no ingrese al hueco y, por cuestiones que la Física aún discute, la puerta golpee una, dos, tres veces (Decibeles Indeseables Parte III: Una Nueva Desesperanza).

Mi madre busca sin hacer ruido (tener en cuenta la descripción anterior del concepto cuidado) alguna cosa que seguramente no está en mi habitación. La necesidad biológica de molestar al hijo que duerme es una tendencia maternal inevitable todavía, tan adentrados en el siglo XXI como estamos.
 De cualquier manera, ya habiendo recuperado los escalones perdidos y alcanzados incluso dos o tres más, muero de vértigo porque suena finalmente el sonido monofónico que retumba en la mesita de luz y no puedo encontrarlo, siento vergüenza por la torpeza de unas manos entumecidas.
 El sonido más rescatable que encontré en mi celular, un pequeño fracaso musical y cotidiano se une a la Orquesta Matutina Estable de la Familia, para condensar en la pantallita una fecha de mitad de semana y una hora preocupante, las cuales me orientan a los boxes sanitarios y posteriormente a la oficina. Me despierto al fin frente al espejo, que devuelve un cúmulo de melatonina, lagañas y pelos sin cultura, próximo a transformarse milagrosamente en persona.