Calles de luces
de empedrados curvos
que llaman a sentarse
en sus perfectos umbrales.
Parpadeando la gente
camina por ellas algo tristes
obligando sus viernes y sábados
a sonoras felicidades.
Son las calles de antes
del turismo buscando detalles
en lo obvio de Buenos Aires.
Eso que sentimos todos,
eso que no siente nadie
ese tango ajeno y docto
que cantamos e ignoramos.
Estas calles de luces
que gastamos de rituales
son espejo que deforma
y desluce vanidades.
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