martes, 29 de mayo de 2012

Quién te dice

Creo que vengo pensando hace un tiempo que:

quién te dice
si no seremos imitadores
mentidores
creídos de que la vida se explica
se relata
como los cuentos
que queremos escribir

el desengaño viene
con las rectas curvas
y las contraindicaciones
del plano que alfombra
la piedrita de mundo
en el que nos diluimos

la ilusión viene
con latidos de un corazón
con palabras disfrazadas
con sonrisas chuecas
con goles en el descuento;
en realidad
no hace falta mucho esfuerzo

quién te dice
si en este mismo momento
no andamos rasgando el velo
vaciándonos
violando la bóveda
de la herencia que desconocíamos

quién te dice
de tanto verso y verso
tal vez
por fin
estemos saliendo.

domingo, 20 de mayo de 2012

Crónica Laboral: Reencuentro

Un abrazo sentido, como de veteranos de guerra.

-¿Qué hacés, Mercedes? Qué gusto verte, qué sorpresa.
-¿Cómo estás, al final me hiciste caso y viniste acá a atenderte? Mamá, él es Lisandro, ¿te acordás?

La madre de Mercedes se acuerda, lo saluda exagerando la efusividad. Entre ellos las cosas se abstraen, el mundo se hace más puntual, pareciera que sólo pueden aceptar como real sólo lo que les pasa en ese exacto momento. Y se miran más de lo común antes de hablar lento, más incluso que los que están enamorados, porque es fácil estar enamorado, creo que ellos lo saben bien.

-Venís a psicólogo y psiquiatra, ¿no? Yo vengo dos veces por semana, los separo los turnos para no estar toda la mañana acá -dice Lisandro, y por los rasgos de su cara no podría afirmar su edad, está avejentado a la fuerza, me lo imagino gritando exasperado, rodeado de los restos de su habitación destruida-. Le tengo que pedir un certificado al muchacho, pero lo pido por las dudas nomás, porque sé que van a venir mi mujer y mis hijas a buscarme y pedírmelo.
-Te tienen cortito, parece. Yo vengo con mamá a pedir certificado para el trabajo, tengo que justificar el ausente de hoy.

Intercambian números de celulares y se despiden, mirándose puntillosamente, como para no olvidarse (¿otra vez?) de cómo eran, y se van para sus respectivos consultorios. Yo me voy, no los veo más porque terminó mi turno, pero el lunes Mercedes llega trayendo el certificado que dice que en el Fernández pasó la madrugada del sábado por una inapropiada mezcla de alcohol y medicación. Su madre está siempre al lado, imperturbable ante los cortes en sus brazos y las voces que dice escuchar Mercedes, que le piden más sangre. El galán (el casi seguro galán) Lisandro no viene a su turno, no aparece en toda la semana.

Seguirán así, orbitando la ciudad, periódicamente entrando y saliendo de la internación, ante la desidia y la rutina de los médicos y terapeutas, porque ya llegados a este punto ellos dos están enamorados, sí, pero de otra cosa. No es la vida ni la muerte, está entre medio, es ese punto límite el que los desnuda y los apasiona. Enamorados del amor, en una de ésas.

viernes, 4 de mayo de 2012

Crónica Laboral: Beatriz

- Hello Sebáschian, how are you?

No sé en qué momento Beatriz entendió que era yo el que estudiaba inglés. Supongo que habrá sido algún comentario de ésos que se hacen para tener algo en común, mientras los pacientes de esta licenciada esperan a que llegue a atender con retraso por algún inesperado fenómeno en el tránsito. Beatriz me dijo que trabajó toda su vida haciendo traducciones, pero la pranausieishon se le fue ajando con la jubilación, me parece. También se fue ajando una fibra, supongo, la que mantiene las amenazas como amenazas y no como certezas, como invasiones. Ahora toda su casa está rodeada de ladrones e inflitrados que le cambian las cosas de lugar, el azúcar aparece volcado en la alfombra del living y ya no hay paz. Todo el tiempo camina una mujer con tacos por el palier de su piso, se ensaña con ella marcándole cada paso frente a su puerta. El mundo se volvió extraño y poco acogedor para Beatriz. 

Ella trae caramelos de miel al consultorio y reparte. Si hace frío, presupone catarros y trae de propolio. Cocina mucho para ella sola o para alguien más, pero no sé bien quién es, porque no leí su historia clínica. Hace un tiempo dejé de leerlas, porque no me hace más sano o más normal que los pacientes. La licenciada que llega tarde me dijo, mirando una bandejita con budín marmolado casero, que preferiblemente no pruebe lo que Beatriz cocina, uno nunca sabe. 


Ella es la imagen de una abuela común y buena, es la imagen de alguien muy mayor y muy respetable. Pero acá todos tenemos un Mr. Hyde, el cual vive y late y a veces brota. El ideal de ser humano es extraño y muchas veces contradictorio, pero en estos consultorios es donde se expresa en una de sus facetas crudas, reales sin realismo mágico (aunque algunos pacientes e incluso profesionales lo practiquen). Beatriz contiene un veneno, un suero maligno que, según sugiere la licenciada que llega tarde, está inundando su discurso de abuela buena. Como se deja ver, habla en código para decir sin confesar lo que ocurre puertas adentro, donde la gente se hace diagnóstico y cura potencial. 


¿Qué mundo es el que vive Beatriz, es muy distinto, es muy el mismo? Yo no me animo a probar los caramelos, la miel no me gusta, y el propolio me suena a propofol, a anestésico. Tengo una bolsa con 30 o 40 ya, esperando a pudrirse.